domingo, agosto 06, 2006

Algo sobre Indumentaria Tradicional

Casi de casualidad hace unos meses descubrí unos articulos sobre Indumentaria Tradicional Valenciana que se habian publicado hace un tiempo en el periodico ABC.
En ellos hablaban verdaderos maestros de la Indumentaria Tradicional Valenciana, mi idolatrada Mª Victoria Liceras, y para mi, una de las personas que mas admiro por su dedicación a todo lo que es nuestra cultura y nuestra tradición, Pepe Blanquer.

En una epoca en la que entender de "indumentaria" parece que se ha convertido en saber distinguir el dibujo de la tela, o diferenciar si una tela es espolín, seda mecanizada, o un rayón ancho, releer estos articulos es como tomar un buen vaso de agua fresca en una de estas mañanas calurosas mientras se está al sol.
Todos sabemos que lo que mejor quita la sed es simplemente el agua fresquita.

Os copio aquí dichos articulos.

Falleras a la moda
- TEXTO: ISABEL RODRÍGUEZ DE LA TORRE.


Los trajes regionales siguen «desde hace dos o tres siglos» unas pautas muy concretas. Pero algunos le echan imaginación al asunto. A veces demasiada, según los puristas. En Valencia, enlutada estos días en sus fiestas, saben mucho de eso.
Valencia es en Fallas fuegos artificiales, petardos y mascletaes. Pero en medio de la fiesta, el estruendo y el olor a pólvora, las calles de la capital del Turia se convierten en una peculiar pasarela en la que las falleras compiten por ir a la última, inconscientes, o tal vez no tanto, de que estampan su firma en el acta de defunción de la indumentaria tradicional. <MC>Desde hace más de 20 años, Victoria Liceras dedica el tiempo que la Medicina le deja libre a alimentar ese gusanillo que se le despertó cuando acompañaba a su marido, anticuario. Empezó a comprar piezas, a «averiguar lo que había detrás de cada una» y pronto se dio cuenta de que «eso no lo veía por la calle cuando la gente se vestía con trajes tradicionales». En «Siglo XVIII», su tienda del casco antiguo de Valencia, se respira historia. «Cuando entra alguien y me pregunta: "¿qué se lleva este año?", yo le respondo: "lo mismo de siempre". Porque yo no diseño, yo reproduzco lo que está ahí, en los grabados, en las actas notariales... aunque eso me cueste clientes». Moda y tradición, dos conceptos incompatibles cuya simbiosis degenera en vistosos trajes regionales, preñados de lujo, color y más de un anacronismo; «engendros» ante los cuales los indumentaristas no pueden evitar echarse las manos a la cabeza.La irrupción en el traje de fallera de la minifalda, los zapatos de plataforma, los botines, o el cardado en el peinado dan fe de la permeabilidad de una indumentaria popular que entierra sus raíces más profundas en el siglo XVIII, se consolida en el siglo XIX y, desde entonces, experimenta una evolución constante al dictado de la moda y de las circunstancias políticas, económicas y sociales de cada época.Es la fallera mayor, la reina de las fiestas, la que marca la tendencia para la temporada siguiente con unos modelos que poco se parecen a la indumentaria que lucían en el día a día las valencianas de siglos pasados. En ese afán por distinguirse y superar a la predecesora en este peculiar reinado, se da entrada a colores y dibujos inexistentes en las sedas de antaño, se abusa de los metales con bordados en oro y plata, se mezclan prendas de la indumentaria de diferentes épocas y de distintas clases sociales, e incluso, se incorporan elementos de trajes tradicionales de otras regiones. La complicidad activa de la industria textil y de algunas tiendas es una pieza más en esta espiral que deja desfasados los trajes a los tres o cuatro años de adquirirlos. Porque las Fallas, además de pólvora y fuego, son negocio.

«Vintage» y anacronismo

La indumentaria popular valenciana perdió su virginidad casi en sus orígenes, en aras de unas diferencias que el pujante movimiento regionalista nacido al amparo del romanticismo se esforzaba en acentuar. Se echa mano de lo que hay en los arcones y armarios. Las prendas que se recuperan de las abuelas se combinan con las del momento o se completan con otras de nueva confección y se configura un traje repleto de anacronismos, que sin perder de vista la indumentaria de las labradoras valencianas, incorpora elementos del vestido aristocrático del siglo anterior, en un extraño maridaje que además flirtea con la moda de campo inglesa y con el lujo de Versalles.Este eclecticismo devino en el actual traje de fallera, denostado por quienes, a costa de ser considerados «bichos raros», abogan por recuperar el traje de valenciana, en tanto que fiel reproducción de la indumentaria de las mujeres del siglo XVIII.Es la diferencia que establece Antonia Genovés, propietaria de «L'Agulla d'Or», conocida tienda de indumentaria, entre lo «típico» como algo que «identifica, caracteriza y representa a un pueblo» y la «tradición» como «fiel guardiana de las costumbres» y por tanto, imperturbable. «Los dos tienen una pretendida raíz tradicional, pero uno es un traje reproducido de lo que en algún tiempo se llevó y el otro es un traje recreado basándose en elementos tradicionales. Uno es puro y al otro se le han ido añadiendo elementos de siempre y de las modas puntuales», abunda Victoria, presidenta de la Asociación de Indumentaristas Valencianos, que no comprende el «horror» que existe en determinados círculos a hablar del traje de fallera.

Todas «marquesas»

Sobreviven pues, con desigual fortuna, dos trajes, el tradicional, el del siglo XVIII, y el típico, el de fallera. El primero responde a la indumentaria utilizada por la burguesía y la aristocracia, «porque ahora todas quieren ser marquesas» y son pocas las mujeres que eligen para la fiesta grande de Valencia una reproducción fiel del que es el embrión de la indumentaria popular, el traje que lucían las hortelanas para las faenas agrícolas, del que el delantal es el vestigio más sobresaliente.«Ahora nadie va con trajes simples, con tejidos lisos, aunque sean de seda. Ahora todas tienen que llevar mucho oro y mucha plata», pese a que «nunca una labradora valenciana fue así», explica Victora. «Hoy, para hacer los vestidos más bonitos, cogemos los que se utilizaban para las fiestas, con escotes más generosos, que se llevaban sobre todo con los Borbones», suscribe Antonia Genovés, que aboga por recuperar el vestido de hortelana, el de las clases populares, confeccionado con «tejidos algodonosos, más sencillos, baratos y ligeros» para disfrutar de las paellas que se preparan en las calles de Valencia durante las Fallas.

Azulones y pistachos

Pepe Blanquer se confiesa «adicto» al folclore y observa con cierta perplejidad los colores que se abren camino. «¡Hay falleras que se han vestido de azul eléctrico, verde pistacho y hasta de naranja butano! Eso es inaudito», porque con ser el traje de valenciana una explosión de luz, en su esencia están los colores mediterráneos, el blanco, el rojo, el verde, el azul y el amarillo. «Hoy nos disfrazamos de valencianos, la gente quiere oro, oro y oro y se olvidan de los bordados en blanco y negro», sentencia pesimista ante las «aberraciones monstruosas» que, dice, se cometen cuando se generaliza el empleo de prendas cuyo uso real estaba reservado a ocasiones muy concretas en una época determinada.«Esto es un negocio y aquí hay más gente interesada en ganar dinero que en recuperar el pasado», se lamenta este «loco por la indumentaria» para quien «hoy en día el 90 por ciento es moda y el 10 por ciento tradición. En las tiendas -prosigue-- es difícil encontrar los colores auténticos, y si los hay tienen precios abusivos porque los de moda son los más demandados y los hacen en telares anchos para que salga más barato; a veces es más fácil encontrarlos en Marruecos o en Lyon que aquí».Es la «dialéctica» de la moda, de la que habla Josep Manuel Sabater: «De una surge la contraria» y la indumentaria tradicional, dice, no puede mantenerse ajena a ello porque «la clientela exige cambios y hay que dárselos». Pero el cliente no siempre tiene la razón. Josep Manuel, que se considera «historiador y sastre pero no indumentarista», se confiesa autor de alguna «tropelía pero hay cosas que me niego a hacer». Antonia Genovés justifica las concesiones que se ha visto obligada a hacer ante clientes poco receptivos a sus sugerencias. «No sabes lo que sufro cuando veo unas mangas de farol y las almenas del cuerpo por fuera. Pero tú vives del cliente y aunque le informas, si él insiste...». «Lo que es un anacronismo y una barbaridad es que una señora vaya de superlujo, con tantas joyas que no le caben más, acompañada de un caballero vestido de «saragüell», el traje de huertano. Si vas a una boda con pamela no llevas al lado a un señor con chandal». «Lo malo es mezclar elementos disonantes, muy cultos, con elementos populares y hacerlo inadecuadamente», sostiene Josep Manuel, que justifica la irrupción de nuevas tendencias estéticas en el traje tradicional. «No me parece del todo mal porque todos vivimos en un momento estético, político y social y es normal que cuando te vistes, aunque sea al estilo antiguo, proyectes tus preferencias culturales y estéticas. No hay que olvidar que aunque el traje tradicional responde a una imagen social de grupo, también tiene un componente individual».
Direcciones
Asociación de Indumentaristas Valencianos: Poeta Querol, 20.
L'Escarpidor: Ángel Guimerá, 44. Tel.:963854613
L'Agulla d'Or: Maestro Clavé, 4.Siglo XVIII: Avellanas, 3. Tel.: 963920268

Oriente en el peinado
Al moño único del XVIII siguió, en el periodo romántico del XIX, el peinado a tres bandas, con rodetes a la altura de las orejas y en la parte posterior, que se mantiene. Hoy algunas falleras llevan trenzas de varias vueltas en sustitución del ocho que coronaba el recogido de la nuca. La artificiosidad de las peinetas caladas de años anteriores ha sido suplantada por otras más pequeñas y sencillas. La tendencia oriental se impone en los aderezos: las agujas se colocan ahora en forma de aspa y no de cruz, como antaño, cuando los cánones imponían una aguja vertical en cada moño y otra horizontal a la altura de los ojos. «Que no eres china, niña», suele increpar Pepe Blanquer a las que van de esta guisa. Pero su purismo no es siempre entendido. Su hija hizo la Comunión con un traje de valenciana blanco y mantilla negra. «Me dijeron de todo». Antonia Genovés recuerda que cuando su marido se atrevió a lucir un traje tradicional en lugar del monocromático inventado por la Junta Central Fallera (chaquetilla y pantalón negro) «le llamó... ¡hasta Curro Jiménez! Y era una reproducción del siglo XVIII».

El traje, paso a paso

El traje del XVIII responde a los dictados de la moda internacional de aquel entonces: corpiños sin manga o con ella muy estrecha, muy ceñidos, con un remate a la altura de la cintura que adopta la forma de las almenas de un castillo y que se superpone a una falda muy voluminosa. Sobre los hombros, una manteleta como sentido de pureza y honestidad, cuyo uso se hizo obligatorio por un edicto borbónico. El típico, el de fallera, el mal llamado del siglo XIX, lleva el cuerpo por dentro de la falda. Incorpora mangas, primero de jamón y luego de farol. «Nace así un traje que nunca se ha llevado», insiste la presidenta de los indumentaristas valencianos. Un traje con claras reminiscencias dieciochescas, pero con interpolaciones. «Yo no estoy a favor ni de un traje ni de otro; yo defiendo la pureza», aclara Victoria para denunciar la corrupción que pervierte la indumentaria valenciana, ya sea la típica o la tradicional, por ignorancia, interés, comodidad o dinero. «Sería muy impopular prohibir el traje de fallera». Mientras, Antonia Genovés, entre telas, patrones, agujas y dedales, termina de hilvanar un traje antes de que una clienta se haga la última prueba. «De pequeña -dice con nostalgia- yo me quedaba encandilada viendo a las valencianas. Iban muy voluminosas, llevaban hasta ocho enaguas con almidón, parecían cebollas. Era muy molesto porque pesaba mucho, ¡pero la falda tenía una gracia...!».Gracia sacrificada en aras de la comodidad (y del coste). «Ahora se mueven como meninas porque se utilizan unos ahuecadores de tela muy rígida que las abotija». Con la manteleta, ha ocurrido otro tanto. «Recuerdo que mamá me la sujetaba con doscientas mil agujas y era muy molesto. Hubo un año en que Carmen, la nieta de Franco, fue fallera mayor infantil. La cinta que se llevaba alrededor del cuello para sujetar el colgante se la pusieron alrededor del escote para unir la manteleta al corpiño». También la camisa blanca de las hortelanas tiende a desaparecer, suplantada por puntillas y encajes que rematan el escote y los puños. Pero es quizá en los bordados y en los tonos donde se aprecia de forma más evidente la traición al pasado. Aún discrepando en algunos aspectos, todos coinciden en algo: sólo el buen gusto, la información, el sentido común y el respeto al pasado garantizan la perpetuidad de la tradición.

Damascos, espolines, brocados...

Si algo caracteriza el traje de fallera es su riqueza, herencia de un pasado en el que Valencia era uno de los centros mundiales de la seda. En el siglo XVIII, con el primer desarrollo industrial, la sericultura vive su máximo apogeo: las plantaciones de moreras se extienden y se cuentan 3.500 telares que ocupan a 25.000 personas. Coincide con la dinastía de los Borbones, que generalizaron el uso de la seda frente al retroceso que había supuesto la de los Austrias. Es el de fallera un traje caro pero el buen gusto, dicen, influye más que el precio. «Hay telas de gran dignidad por 300 ó 400 euros», explica Josep Manuel. Pero pueden llegar a los 12.000. A lo que importa la tela, hay que sumar la manteleta (entre 180 y 6.000 euros), los aderezos del peinado y las joyas (entre 60 y 24.000 euros) y la confección (unos 360). La entrada de tejidos como el nylon o el rayon ha abaratado una indumentaria de la que sólo quedan excluidas las fibras sintéticas para evitar que en una fiesta que gira en torno al fuego, una simple chispa convierta a las mujeres en antorchas humanas. Frente al lujo de ellas, la austeridad de ellos. El traje de «saragüell», el de labrador valenciano (calzón amplio heredado del pasado musulmán, camisa, chaleco y fajín de vivos colores, medias y alpargatas) tiende a desterrar al pantalón y chaquetilla negros, que en su día impuso la Junta Central Fallera como uniforme oficial.

Mi Blog

Posiblemente cuando creé el blog fallesdetorrent, algunos pensarían que lo utilizaría como plataforma para expresar mi opinión sobre fallas, incluso para usarlo como lanzadera de "ataques", ya que en el mundo fallero torrentí por desgracia dar tu opinión de manera clara, directa, sin rodeos y si no es la "oficial" es considerado como un ataque, incluso se interpreta que quieres ocupar cierto sillón.
La verdad que el blog fallesdetorrent lo creé de una manera impulsiva, por otra parte habitual en mi carácter, ya que pensaba y sigo haciéndolo, que las fallas de Torrent necesitan una herramienta con la cual darse a conocer al mundo exterior, mas allá de la excelente labor de crónica visual que ejerce Joan Carles desde eltorrenti.com, que está muy bien, pero que entiendo solo refleja una parte de nuestras fallas, (aunque he de reconocer que es la mas extendida).
Creo necesario que las fallas de Torrent necesitan dar a conocer sus actividades, no solamente las lúdicas y festivas. Actividades que algunas las considero como verdaderas joyas, que actualmente son diamantes en bruto, y que quizás los falleros no sabemos apreciar, ni hacerlas llegar mas allá de nuestras "fronteras falleras" y por ello se quedan en nada. Los llibrets de la Falla Ramón y Cajal o la Falla Padre Méndez, entre otros, los Grupos de Teatro de la Falla Ángel del Alcázar o la Falla Cronista, el concurso de indumentaria tradicional valenciana que organiza la Falla Barri Cotxera, el Campeonato de Galotxa de la Falla Sant Roc, "Els Jocs Florals" de la Falla Ramón y Cajal, son algunos de los ejemplos de una actividad fallera merecedora de ser dada a conocer, y por ello creé el blog fallesdetorrent que cada día tiene mas posibilidades en que se transforme en una página web con mayores posibilidades, con mayor potencial.

¿Y para que crear El Blog de Delincuente Fallero? Pues en este caso para dar mi opinión sobre las fallas, de manera clara, directa y sin rodeos, como es habitual en mí. Eso sí, dejar claro que no es mas que una opinión personal, la de un "malalt de falles" como nos gusta que se nos llame, ya que reconocemos que nuestra pasión por las fallas llega a ser enfermiza, de forma que lo son todo y nada al mismo tiempo, con ese carácter efímero que nos caracteriza, pero al mismo tiempo como desaparecen se están creando, y no hablo de tópico típico, si no de la realidad (quizás muy irreal para el resto de gente que nos rodea) que tiene el "malalt de falles", cuando el 20 de marzo de cualquier año ya esta deseando pisar un taller para ver como crecen los nuevos proyectos.

Aquí quiero expresar mis opiniones, mis sentimientos, mi punto de vista, incluso poner en común aquellas cosas que voy aprendiendo, aquellos artículos que descubro, de lo que mas me gusta, de las fallas (mal llamados generalmente monumentos falleros), de sus creadores, gente por la que siento verdadera fascinación, de la indumentaria tradicional valenciana otra de mis pasiones, de nuestra cultura y nuestras tradiciones, es decir de mi pasión, porque aunque cada año acabo odiándolas, al siguiente día las necesito.

Muchos se sorprenderán y conocerán a un Delincuente Fallero muy diferente del que le han contado, ya que por desgracia la gente no se para a pensar, y simplemente etiquetan pero sin analizar realmente lo que etiquetan. Pero para eso tendrán que hacer el esfuerzo de leer, aunque eso va estar algo difícil.